1 de octubre de 2016

DEMENCIA VASCULAR

¿EN QUÉ CONSISTE LA DEMENCIA VASCULAR?

Cuando hablamos de demencia, es importante diferenciar los tipos que hay según su etiología, es decir, en base a cuál es su origen o qué la ha causado. Primero, para poder realizar un diagnóstico diferencial que nos llevará a un determinado tratamiento, y segundo, porque nos ayudará a poner los medios adecuados en los casos en los que se pueda prevenir el avance de la enfermedad (detectándolo a tiempo, incluso evitar la aparición de demencia o, al menos, la prevención de una afectación grave). En el caso de la enfermedad de Alzheimer los investigadores siguen haciendo esfuerzos por encontrar la manera de prevenir y controlar su aparición y curso, con lo que, por ahora, en este caso lo tenemos algo más difícil. Pero en el caso de la demencia vascular las cosas son diferentes, porque al estar su causa en problemas respecto a la circulación sanguínea, podría modificarse la aparición o el curso de la enfermedad controlando los factores de riesgo vasculares que están en su origen y desarrollo. De hecho, podemos encontrar personas que presentan un deterioro cognitivo vascular sin demencia, en los que podremos prevenir esta última interviniendo sobre los problemas de tipo cardiovascular que presente el paciente y tratarlos de forma adecuada para evitar la progresión de la enfermedad.
Recordemos que hablamos de demencia cuando existe un deterioro de la memoria acompañado de las siguientes complicaciones, o algunas de ellas: afasia, apraxia, agnosia o alteración de la capacidad constructiva. Todo ello desembocará en una repercusión significativa en las áreas social y laboral de la persona.
La demencia vascular (DV) es la segunda causa más frecuente de demencia en los mayores tras la enfermedad de Alzheimer y representa entre el 10% y el 20% de los casos de demencia. Para definirla hablaremos de un deterioro cognitivo secundario a lesiones cerebrales causadas por una enfermedad cerebrovascular, teniendo en cuenta que puede ser originada por lesiones no sólo isquémicas, sino también hemorrágicas, y que no solo se debe a infartos cerebrales múltiples, ya que también puede ser secundaria a lesiones isquémicas únicas estratégicamente situadas o a la lesión difusa de la sustancia blanca de nuestro cerebro. Es decir, la DV ocurre cuando el aporte de oxígeno y nutrientes al cerebro se interrumpe debido a causas como una patología cerebral oclusiva, trombosis o embolias, hemorragias o lesiones cerebrales hipóxicoisquémicas tras una parada cardíaca o hipotensión grave.
Como podemos ver, la principal causa de la DV descansa sobre complicaciones hemodinámicas que desembocan en la afectación de las células de nuestro cerebro, pudiendo diferenciarse una serie de condiciones que estarán detrás del daño en nuestro sistema vascular, y que pueden causarlo o incrementarlo. Entre ellas: la edad, la hipertensión arterial, la enfermedad cardíaca, un Ictus previo, tener el colesterol elevado, padecer diabetes y el tabaquismo. Todos ellos son factores de riesgo vascular, que controlados y tratados precozmente, serán la clave para la mejora en la previsión de las consecuencias al sufrir DV, así como el control de la enfermedad en su curso.
¿Cuáles son las característica y síntomas de las demencia vascular? Podemos destacar los siguientes:
    • Inicio agudo o subagudo.
    • Evolución fluctuante o escalonada, aunque puede ser lentamente progresiva.
    • Presencia de factores de riesgo cardiovascular (hipertensión arterial, cardiopatía, diabetes mellitus).
    • Evidencia de enfermedad cerebrovascular relevante, relacionada etiológicamente con la demencia.
    • Signos y síntomas focales: desviación de la comisura bucal, hemianopsia (falta de visión o ceguera que afecta únicamente a la mitad del campo visual), disartria (dificultad para articular sonidos y palabras), hemiparesia (disminución de la fuerza motora o parálisis parcial que afecta un brazo y una pierna del mismo lado del cuerpo), hiperreflexia (exaltación o aumento de los reflejos), reflejo cutáneo plantar en extensión y déficit sensorial.
    • Trastorno de la marcha.
    • Parálisis pseudobulbar que producirá la disartria, disfagia y labilidad emocional.
    • Problemas de memoria y de concentración.
    • Depresión asociada a la demencia.
    • Episodios de confusión aguda.
    • Otros síntomas que pueden aparecer son: alucinaciones, delirios, irritabilidad con agresión física y/o verbal, inquietud e incontinencia urinaria.
El diagnóstico de enfermedad vascular se basa en la historia clínica (múltiples ataques isquémicos
transitorios, inicio de la demencia en los tres meses siguientes a un accidente vascular cerebral), técnicas de laboratorio y técnicas de neuroimagen (tomografía axial computerizada o TAC, y
resonancia magnética o RM).
Es muy frecuente encontrar en las pruebas lesiones vasculares “silenciosas” que se expresan con algún déficit cognitivo, depresión o cambios de comportamiento, síntomas que por sí solos no tienen por qué hacernos pensar en una DV. En todo caso, si en el TAC o la RM no aparecen lesiones vasculares se descarta el diagnóstico de demencia vascular.
Detengámonos ahora en la clasificiación de la DV. De todas ellas, una de las que parece más útil, es la clasificiación NINDS/AIREN que, atendiendo al tipo de lesión, establece 6 tipos:
  1. Demencia multiinfarto: se trata de infartos cerebrales múltiples cuya localización puede ser cortical, subcortical o mixta y corresponden a territorios irrigados por las grandes arterias cerebrales. La presentación clínica de la demencia multiinfarto depende de la localización y número de infartos, dándose un déficit cognitivo propio de dicha localización, la aparición de cuadros confusionales, parálisis pseudobulbar y alteraciones de la marcha. La parálisis pseudobulbar dará lugar a pérdida de destreza en la motilidad voluntaria fina, pérdida de fuerza muscular, espasticidad, reflejos patológicos y labilidad emocional.
  2. Demencia por infarto único en área estratégica: en este caso, el deterioro cognitivo es secundario a lesiones isquémicas en zonas bien circunscritas y funcionalmente relevantes, produciéndose una falta de riego sanguíneo por encima del tiempo necesario para que las áreas afectadas reciban los nutrientes y el oxígeno necesarios para no quedar dañadas.
  3. Demencia por enfermedad de pequeño vaso: es una de las etiologías más frecuentes de la demencia vascular y afecta fundamentalmente a las arterias perforantes de las arterias cerebrales. Puede ser de localización cortical o subcortical. Este tipo de lesiones incluye, entre otros, los infartos lacunares y las lesiones difusas de la sustancia blanca del anciano. Ya hemos dicho que la causa principal de la DV es la disminución del flujo cerebral por debajo de los límites requeridos para el correcto funcionamiento. El envejecimiento conlleva la pérdida de la autorregulación del flujo vascular cerebral, debido a las alteraciones morfológicas de los vasos, a la disminución de la producción de óxido nitroso por parte del endotelio y al efecto de los factores de riesgo vascular como la hipertensión, la diabetes, el colesterol alto y la hiperhomocisteinemia (nivel elevado de homocisteina en el plasma sanguíneo, lo que guarda estrecha relación con arteriosclerosis prematura, trombosis y, recientemente descubierto, con la posibilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer). El elemento común en los pacientes ancianos parece ser una pérdida en la capacidad de autorregulación del flujo sanguíneo cerebral, con lo que no se puede mantener estable la perfusión cerebral, produciendo vasodilatación en presencia de hipotensión arterial y vasoconstricción en respuesta a la hipertensión. En el anciano y en los pacientes hipertensos crónicos se pierden estos mecanismos o se aumenta su umbral de respuesta, lo que hará que se vea afectado el aporte de oxígeno y nutrientes necesarios en determinadas zonas cerebrales y produciéndose los infartos lacunares. Estos infartos lacunares, en su mayoría, son silenciosos y se manifiestan a lo sumo por una sensación pasajera de mareo o un ligero trastorno sensitivo o motor debido a un ataque de isquemia transitoria. La lesión de pequeños vasos cerebrales parece tener mayor importancia en la génesis de la demencia vascular que las lesiones isquémicas resultantes de la oclusión de grandes vasos sanguíneos.
  4. Demencia por hipoperfusión: su causa puede ser la isquemia cerebral global durante una parada cardíaca o hipotensión extrema. También puede ser causada por infartos hemodinámicos en territorios frontera del cerebro. En cualquier caso, vuelve a darse la hipoxia causante de la muerte de tejido cerebral.
  5. Demencia hemorrágica: producidas por una hemorragia intracraneal, son causantes de lesiones residuales en el cerebro, produciendo síntomas que dependerán de la localización del hematoma.
  6. Demencia por otros mecanismos vasculares: se trata de diversas combinaciones de las lesiones cerebrovasculares descritas anteriormente.
Por último comentar la pregunta que nos hacemos todos: ¿tienen ciertas personas mayor predisposición para tener demencia vascular? Pues es cierto que existen ciertos factores que pueden incrementar el riesgo de desarrollarla, entre ellos:
    • Historia médica de Ictus, presión arterial alta, niveles de colesterol altos, diabetes mellitus (sobre todo tipo 2), enfermedad cardíaca y apnea del sueño.
    • Vida sedentaria, hábito alcohólico, fumar, comer una dieta con demasiadas grasas o no tratar la tensión arterial alta o la diabetes.
    • Historia familiar de infarto o demencia vascular.
Lo que está claro es que para prevenir, debemos actuar sobre aquellos en los que tengamos capacidad de hacerlo y para ello, en cada caso, debemos tratar la hipertensión, diabetes, colesterol alto y los problemas cardíacos, prevenir nuevos Ictus con anticoagulantes o antiagregantes que nos prescriba el médico, adoptar un estilo de vida más sano (dejar de fumar, hacer ejercicio y tener una dieta equilibrada). En el caso de ya padecerla, junto a todo esto, recibir soporte rehabilitador como fisioterapia, terapia ocupacional y del lenguaje, y obtener así las máximas posibilidades de mantener las funciones afectadas cuando aparecen estos trastornos que causan la CV.

20 de septiembre de 2016

LA ÉTICA EN EL CUIDADO DE MAYORES

Es un hecho, además numerosas veces comentado, que la población envejece año tras año. La esperanza de vida aumenta, dados los avances de la ciencia, y también es cierto que son menos los peques que traemos al mundo (tema que daría mucho que comentar, sobre todo en el sentido de si nos dejan o no tenerlos...). Lo cierto, es que el número de mayores aumenta y en todas las familias tenemos grandes adultos de los que cuidar como ellos en su momento hicieron con nosotros. Pero también es una realidad, que curiosamente vivimos en un momento en el que (como pasa con la capacidad para poder formar una familia) nos resulta más difícil atender como nos gustaría a nuestros padres, madres, abuelos y abuelas, tíos y tías que nos necesitan porque su avanzada edad, junto con determinadas enfermedades, ya no les permite hacerse cargo de sí mismos como en otros tiempos lo hicieron. De esta forma, tenemos dos sentimientos bastante negativos al rededor de esto, que fluyen sin control entre todos nosotros: la soledad (en los mayores) y la culpabilidad (en hijos, sobrinos y nietos). Afortunadamente, en el caso de la primera, no siempre se da y, desgraciadamente en el caso de la segunda, cada vez son más aquellos que sufren viendo cómo la vida nos exige ocuparnos y ocuparnos de mil cosas que no nos dejan espacio para más.
También es cierto que el modelo de familia ha cambiado tanto, que se ha tragado la tierra aquellos hogares en los que podíamos encontrar conviviendo tres, incluso cuatro, generaciones distintas. En ellas, los valores respecto a los que allí vivían eran extremadamente diferentes en cuanto a la posición que los abuelos ocupaban y el valor que se le daba al hecho de que tenían a sus espaldas años de experiencia que daban clases magistrales a los más jóvenes. La palabra anciano sonaba a respeto, admiración, sabiduría, protección, gratitud por lo entregado a la familia, cuidado. Pero todo esto está sobre un bache que, bueno, llamadme optimista, pero yo creo que podría estar empezando a pasar, y es así porque confío en que se le vuelva a dar a nuestros mayores el sitio que, no es que se merezcan, sino que les pertenece. Por cierto, recordad una cosa,....nosotros vamos después, ¿qué ejemplo vamos a dar?
Esta situación hace que se vuelva necesario hablar de la ética en el cuidado de los mayores. En muchos casos, no podemos encargarnos de nuestro familiar como quisiéramos y acudimos a la institucionalización o al encargo de esta tarea a terceros que hacen de ello su profesión (otro tema importante...¿en manos de quién dejas a tu ser querido?¿te parece bien el precio?,...pues mira mejor su talante, su experiencia y su formación). Pero aún hay casos en los que un familiar cercano se dedica al “noble arte de cuidar”, y lo llamaré así porque verdaderamente puede ser una tarea de lo más gratificante, siempre y cuando no se produzca un abuso y una manera mal entendida de ver a este cuidador por parte del resto de la familia (ya hablaremos largo y tendido de esto tan importante). Son muchas las razones por las que esta tarea se convierte en algo tremendamente difícil en algunas ocasiones, y por eso está bien que hablemos de cómo hacerlo de manera adecuada. Quiero resaltar, con vehemencia, que aquí es muy importante entender también que hay que saber cuidar al cuidador, pero en esta ocasión nos referiremos a la persona que recibe los cuidados.
Dado que la ética, simplificando, se ocupa del bien, este debe ser el factor que presida todas las acciones que conlleva el cuidado y acompañamiento de la persona con necesidades. Este bien no debe estar solo referido al saber hacer en los cuidados instrumentales (alimentación, aseo,...) sino también a los cuidados emocionales y relacionales, al trato, la comunicación, las miradas, el contacto físico cariñoso y protector,... Cuando tenemos en cuenta todo esto, empezamos a hablar, sin duda, de la calidad de vida de la persona mayor, y fijaros que bonito y qué importante: la calidad de vida que NOSOTROS le vamos a proporcionar.
Antes de nada, aclararemos dos conceptos básicos:
1.- La Ética: como decíamos se ocupa, ante todo, del tema del bien, es decir, qué es bueno hacer, quién es un buen cuidador. Se refiere a lo que los seres humanos hacemos o podemos hacer para vivir juntos humanamente.
2.- La Deontología: se ocupa de los deberes y obligaciones en una profesión, en nuestro caso nos podemos referir a las profesiones de ayuda. Los principios son las normas básicas de actuación en la vida profesional. Por su parte, el término valores se usa para significar el marco de referencia ético para la conducta de los profesionales, y tales valores incluyen un compromiso con la dignidad de los individuos y el derecho al respeto, la privacidad y la confidencialidad, aunque estemos hablando de personas aquejadas de demencias (precisamente por eso, ¿verdad?).
Los principios básicos de los que vamos a hablar son: el principio de beneficencia, el de autonomía y el de justicia. (Los recogeremos a continuación del texto de Rosario Paniagua en el que habla de la ética en el cuidado del mayor).
-Principio de beneficencia: la palabra beneficencia se podría traducir como hacer el bien, actuar beneficiosamente. Busca obtener bienes para las personas para las que se actúa y es inherente a una actividad humanitaria de las características de las que estamos hablando a favor de las personas más vulnerables. Este principio puede ser considerado como la expresión de la finalidad que se busca: tratar de aliviar al mayor enfermo con toda solicitud y esmero. Es el principio que expresa la intención fundamental de todo acompañamiento en los cuidados. Para que una actuación beneficie y no perjudique, ha de ser útil para las personas a quienes se dirige, pero a la vez, ha de ser un servicio que contribuya a incrementar el bienestar general de la sociedad. La buena práctica contagia y ha de ejercer una pedagogía de bien. En el principio de no maleficencia la máxima es, ante todo, no hacer daño, tratar al otro con humanidad, con solicitud, no caer en la rutina y el tedio en una labor tan delicada como es el cuidado. Es abstenerse intencionadamente de realizar acciones que puedan causar daño o perjudicar a otros. Es un imperativo ético válido para todos en todos los sectores de la vida de las personas.
-Principio de autonomía: articula los derechos de las personas para tomar decisiones. No se trabaja con sujetos pacientes limitados a aceptar las decisiones que otros adoptan, sino con sujetos agentes con derecho a ser informados y a que sus opiniones sean tenidas en cuenta a la hora de decidir cuestiones que les afectan particularmente. Una de las cosas que más lastima a los mayores es no ser tenidos en cuenta en asuntos que tienen que ver con su vida, con sus intereses cuando hay competencia para ello. Cuando este principio es respetado, se establece una sana relación entre el cuidador y el mayor, se seleccionan las estrategias conjuntamente y los interesados se implican en tomar el mejor camino. Hay personas mayores sumisas, acostumbradas a obedecer y a delegar, propensas a dejar la última palabra a los demás. Buscar la autonomía requiere trabajarla con los interesados y dotarlos de la suficiente capacidad de decisión sobre sí mismos y sobre sus propios intereses. Si no se conserva la autonomía y el autogobierno por la enfermedad, la familia será la que tome las decisiones autónomamente, con la información facilitada por los profesionales. La colaboración del mayor será posible siempre que este sea capaz y sus decisiones no supongan un daño personal a terceros o al conjunto de la comunidad de convivencia.
-Principio de justicia: mediante este principio, la sociedad ha de distribuir de modo equitativo y racional los recursos sociales existentes sin discriminación por edad, estado de salud o grado de cognición. Se trata del reparto justo de los bienes según normas y criterios. Estos criterios de distribución han de respetarse, con independencia de circunstancias que lleven a la discriminación de las personas mayores. En la relación profesional no solo está el mayor dependiente precisando prestaciones sociales y el profesional demandando medios para ofrecer sus servicios, sino también los responsables públicos que representan al conjunto de la sociedad. Estos responsables deben procurar un equilibrio entre las necesidades, las exigencias y las expectativas de unos y de otros. Pero en el horizonte de todo ello, debe situarse el bien y la respuesta justa ante las necesidades que presenta un sector poblacional especialmente necesitado de coberturas sanitarias y sociales excepcionales. La finalidad del bien exige que la asignación de recursos se haga de forma equitativa entre todas las personas a quienes corresponda, sin dejar de tener la mirada puesta en la sociedad en su conjunto. La implicación de los interesados y/o familiares en la consecución de sus derechos, es siempre aconsejable, fomentando que se organicen y participen en el mundo asociativo, para tener un cauce de expresión colectiva y apoyo mutuo de las personas que están en situaciones semejantes (son notables las acciones de las Asociaciones de Parkinson, Alzheimer, y otras…). Se trata con todo ello de construir un espacio social:
      a) En donde quepan todos.
      b) En donde haya igualdad.
      c) En donde haya distribución justa de los recursos
      d) En donde haya un acceso generalizado a los bienes básicos.
      e) En donde disminuyan las diferencias.
En realidad, todo nos lleva a un mismo sitio: la humanización. Este debe ser el elemento clave en cualquier acción que se lleve a cabo ante el cuidado de una persona mayor. De esta capacidad, entre otras, individual en el caso de cuidadores (familiares o profesionales) o colectiva en el aspecto más social, dependerá la calidad de vida de la persona atendida y una vivencia positiva de la prolongación de los años, que traerá la aparición de dificultades y de debilidades que juntos tendremos que afrontar.
Finalmente me gustaría dejar un mensaje, que creo de suma importancia, en la mente de quien lea estas líneas: la familia es la base de la red de apoyo para la persona mayor. Es nuestra responsabilidad fomentar el respeto y la consideración al mayor desde edades muy tempranas en nuestros pequeños, sobre todo con el ejemplo y con la palabra.

19 de septiembre de 2016

A TENER EN CUENTA POR LAS CUIDADORAS Y CUIDADORES


   Uno de los aspectos más difíciles es la comunicación con la persona que padece demencia. Me ha encantado esta imagen de Cruz Roja que resume perfectamente qué debemos hacer para mejorar este aspecto (por supuesto, sin perder de vista que no es nada fácil). Yo destacaría dos palabras AMOR Y PACIENCIA, !en ese orden!.

15 de septiembre de 2016

Son muchos los recursos que quisiera que tod@s pudiéseis tener disponibles en este blog, por lo que continúo compartiendo. En este caso os dejo la "Guía para familiares de enfermos de Alzheimer" publicada por el Ayuntamiento de Madrid hace unos años. En su prólogo podemos encontrar lo siguiente, que deja clara la intención y el objetivo de dicha guía: "Es una satisfacción presentarles esta Guía para familiares de enfermos de Alzheimer, y lo es por un doble motivo:
Por un lado, porque estoy convencida de que constituye una valiosa herramienta para todas esas familias que, de manera anónima, llevan a cabo su tarea cuidadora día a día, con encomiable abnegación y dignidad. Y por otro, por la profesionalidad y la ilusión con la que el equipo de la Dirección General de Mayores ha trabajado en su elaboración.
He tenido ocasión de conocer de primera mano algunos testimonios de personas que cuidan durante meses, e incluso años, a familiares enfermos de Alzheimer. Ello me ha llevado a animar este trabajo en la confianza de que una publicación como la que les presentamos pueda apoyar eficazmente en la tarea cuidadora, al enfermo y al cuidador.
La familia que se enfrenta al Alzheimer cuando este se manifiesta en alguno de su seres queridos tiene ante sí una difícil tarea. Es importante querer cuidar, pero no lo es menos, saber hacerlo. Ambos elementos, el saber y el cariño puestos en el cuidado, hacen posible muchas veces que la persona mayor aquejada de esta enfermedad pueda permanecer en su propio hogar hasta sus últimos días.
De ello, entre otras cosas, trata la Guía que el Ayuntamiento de Madrid ha querido desarrollar pensando en los mayores y sus familias."



14 de septiembre de 2016

   Os dejo la "Guía de Práctica Clínica sobre la Atención Integral a las Personas con Enfermedad de Alzheimer y otras Demencias" del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. En esta guía se dan recomendaciones sobre el cuidado de pacientes con enfermedad de Alzheimer y otras demencias, como por ejemplo la demencia vascular, demencia lobular frontotemporal asociada a la enfermedad de Parkinson, demencia con cuerpos de Lewy y degeneración.

13 de septiembre de 2016

¿QUÉ SON LAS DEMENCIAS?

Para poder entender y trabajar sobre este tema, está claro que debemos empezar por saber qué es una demencia, así como los tipos que podemos encontrar.
En cuanto a una definición general de demencia, distinguiremos estas enfermedades de otras empezando por lo que más visibilidad tiene para todos nosotros: que suponen una afectación considerable en los ámbitos conductual, psicológico y social para la persona que las padece respecto al nivel previo de funcionamiento, lo que hace que se reduzca significativamente la autonomía personal del enfermo. Supone la pérdida progresiva de las funciones cognitivas debido a determinados daños cerebrales, que serán los causantes de la aparición de los SPCD, es decir, los síntomas psicológicos y conductuales de la demencia.
En la página de la OMS se define de la siguiente manera: “La demencia es un síndrome, generalmente de naturaleza crónica o progresiva, caracterizado por el deterioro de la función cognitiva (es decir, la capacidad para procesar el pensamiento) más allá de lo que podría considerarse una consecuencia del envejecimiento normal. La demencia afecta a la memoria, el pensamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio. La conciencia no se ve afectada. El deterioro de la función cognitiva suele ir acompañado, y en ocasiones es precedido, por el deterioro del control emocional, el comportamiento social o la motivación. Es causada por diversas enfermedades y lesiones que afectan al cerebro de forma primaria o secundaria, como la enfermedad de Alzheimer o los accidentes cerebrovasculares.”
Pero la demencia no se da en todas las personas de la misma manera, todo dependerá de factores como la evolución de la propia enfermedad y el impacto que tiene y, muy importante, de la personalidad de quien la padece antes de que apareciera. Esto último influirá mucho en aspectos como el comportamiento, el pensamiento o la conducta del enfermo entre otras cosas. Para aclararlo, pondremos el siguiente ejemplo: alguien con un estilo agresivo a la hora de relacionarse con los demás a lo largo de su vida, muy probablemente presente un comportamiento de tipo muy agresivo incrementado por el padecimiento de la enfermedad. O también podemos ver cómo en personas que solían estar preocupadas por el dinero, a las que no les gustaba gastar y se preocupaban especialmente por ahorrarlo, al sufrir la demencia suelen ser personas que presentarán una obsesión con el dinero, lo guardarán con celo o aparecerán delirios del tipo “me lo están robando”, “se quieren quedar con mi dinero”,... Es decir, la personalidad y el comportamiento que ha venido presentando el sujeto a lo largo de su vida, en determinados aspectos, se verán incrementados o exagerados conforme la demencia va avanzando.
En cuanto a los tipos de demencia podemos encontrar lo siguiente:
  • Enfermedad de Alzheimer (EA).
  • Demencia vascular (DV).
  • Demencia con Cuerpos de Lewy (DLB).
  • Degeneración lobular frontotemporal (DLFT).
Cada una de ellas las desarrollaremos en posteriores ocasiones, puesto que en este post lo que pretendo es ofrecer una visión general respecto a qué son las demencias.
Por otra parte, las manifestaciones clínicas de una demencia se presentarán como alteraciones cognitivas, síntomas psicológicos y conductuales de las demencias (SPCD) y otros síntomas propios de estos trastornos.
Respecto a las manifestaciones cognitivas observamos que son amplias y heterogéneas, porque estas manifestaciones van en dependencia de numerosas y distintas causas según el caso: diferentes etiologías, diferentes cursos evolutivos, lesiones neurológicas distintas y otras características propias de la persona que la padece. Lo que primero nos suele llamar la atención, sobre todo a las personas que estamos alrededor del afectado, son los fallos de memoria. En este aspecto hay que ser prudentes, porque absolutamente todos nosotros tenemos estos fallos y tienen su función en cuanto a la propia optimización de nuestro funcionamiento cerebral diario. Con esto quiero decir que no veamos fantasmas por todos lados, que cada uno de nosotros tenemos lagunas de memoria y son algo natural. El problema es cuando vemos que se repiten con excesiva frecuencia y notamos que detrás de ellos existe cierta desorientación de la persona respecto a sucesos que han pasado, el lugar donde está o lugares a los que ir (orientación espacial), la orientación temporal o incluso personal respecto a sí mismo o respecto a sus familiares y conocidos.
También observamos que la persona comienza a tener dificultades respecto a la planificación de sus tareas, la anticipación y el establecimiento de metas y, en general, un deterioro de las funciones ejecutivas y habilidades cognoscitivas de las que nos servimos para funcionar correctamente en nuestro día a día, donde incluimos aspectos como el inicio de nuestras actividades y operaciones mentales, la autorregulación y ejecución de las tareas, el diseño y la planificación de nuestro quehacer diario, la flexibilidad cognitiva, que nos ayuda a responder ante las situaciones que se nos presentan, así como la elección adecuada de los comportamientos y las conductas que exige cada una de esas situaciones. Las alteraciones de memoria pueden aparecer en cualquier momento en todos los tipos de demencia, pudiendo verse afectadas las regiones corticales o subcorticales del cerebro. Cuando son las regiones corticales las más afectadas solemos encontrar, combinadas de diferentes maneras, problemas de lenguaje (afasia), problemas en los movimientos voluntarios (apraxia), dificultad a la hora de nombrar cosas o personas (agnosia), olvidos (amnesia), así como los problemas en las funciones ejecutivas de las que hablamos más arriba. Cuando la afectación es más importante en las estructuras cerebrales subcorticales podemos observar lentitud en el procesamiento mental, dificultad para mantener la atención, problemas en la fluidez verbal, también a la hora de evocar recuerdos y, de nuevo, alteraciones en las funciones ejecutivas.
En el caso de los SPCD, también encontramos una gran variabilidad y heterogeneidad en su modalidad de presentación. Esto es así, por la importante influencia de factores psicológicos y ambientales en la aparición y curso de la enfermedad y, de nuevo, por características propias de la persona afectada. Los cambios en el entorno de la persona pueden hacer que los SPCD se agraven, porque suelen ser muy vulnerables a ellos. Entre los principales síntomas psicológicos y conductuales de la demencia encantramos: alteración del pensamiento, ilusiones y alucinaciones, agresividad, depresión, ansiedad, euforia, apatía, desinhibición, irritabilidad, hiperactividad motora, vocalizaciones repetidas, alteración del sueño y aumento o disminución del apetito.
En cuanto a otros síntomas, nos referimos a aquellos que aparecen por la asociación de la demencia con otras enfermedad comórbidas que pueden aparecer. Es el caso del Parkinson, signos de motoneurona (en algunos casos de DLFT), movimientos involuntarios (como en la EH), síndrome cerebeloso (ataxias espinocerebelosas), trastornos autonómicos (DLB, PDD) o liberación de los reflejos primitivos (EA).
En el curso evolutivo natural de las demencias, podemos ver cómo aparecen de modo insidioso y que posteriormente van evolucionando de manera progresiva. En fases iniciales y en la mayoría de los casos aparece una afectación de la memoria para hechos recientes, a la que se añaden posteriormente déficits en otras funciones cognitivas y un progresivo deterioro en las actividades avanzadas, instrumentales y finalmente básicas de la vida diaria, seguido de deterioro de funciones motoras, con aparición de trastorno de la marcha, hasta que finalmente suele darse la inmovilización del paciente y el fallecimiento por alguna complicación asociada.
Para finalizar, me gustaría señalar que no todos los signos y síntomas que vemos en algunas personas van a ser el resultado del padecimiento de una demencia. Debemos ser cautos porque se están empezando a convertir en el cajón de sastre donde meter a todos aquellos y aquellas que empiezan a presentar determinados fallos cognitivos, psicológicos o conductuales. De hecho, en muchas ocasiones, las alteraciones que observamos pueden ser producto de otras enfermedades neurológicas, de algún trastorno psicológico (como puede ser la depresión) o simplemente el reflejo de factores propios de la edad.  Lo que hay que hacer es acudir al especialista adecuado para averiguar de qué son reflejo los síntomas que observamos y si verdaderamente son tan preocupantes como parecen sin caer en lo que se está empezando a dar con demasiada frecuencia: que personas que verdaderamente no tienen la preparación necesaria etiquetan a alguien dentro de un síndrome que no está padeciendo, con las consecuencias que traerá esta equivocada acción en su vida y sus relaciones personales.